Ponerse en camino no es fácil. Primero hay que preparar el equipaje, marcar la ruta, buscar alojamiento Traigamos esto a nuestra vida porque la Palabra de hoy nos invita, precisamente , a preparar el camino.
Empecemos por el equipaje. Quizá voy sobrecargado de angustia, abatimiento, desesperanza, agobio, preocupación; o tal vez tengas un hueco para la ilusión, la apertura, el encuentro, amor, fe... Quizá pasas por un momento de soledad o quizá te sientes más acompañada que nunca.
Piensa en tu equipaje para ponerte en camino... ¿Qué echaría ? ¿Qué ocupa mi vida? ¿De qué me tengo que desprender?
Pero si el equipaje es importante, cuánto más la ruta. Ahora es importante, cuánto más la ruta. Ahora bien, nos puede ocurrir que busquemos la mejor ruta, la que mejores vistas ofrezca pero se nos haya olvidado el destino. ¿Cuál es el mío? Cristo sale a nuestro encuentro, debemos prepararnos para ello, ¿pero soy consciente de lo que esto significa?¿Qué medios voy a poner?¿Tendré que afinar mi vista y dejar a un lado todo aquello que embota mi mente y mi corazón? ¿Me deslumbran tantas luces y me olvido de la luz?
Esto es el Adviento, un camino de preparación. Aliviemos nuestras cargas, vayamos ligeros de equipaje, apenas un corazón dispuesto a dejarse deslumbrar por el Dios que sale a nuestro encuentro.
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